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EMPATO OLIMPO EN CORDOBA

Rolle puso arriba a Olimpo, pero Belgrano luchó para regalarle una alegría a su gente en el debut en casa… Y al final llegó al empató a través de Vázquez, e incluso pudo ganarlo. Segundo empate en dos partidos para ambos.


Si bien aún falta mucho para empezar a hacer cuentas, desde el vamos, el duelo entre Belgrano y Olimpo en el Gigante de Alberdi llevó implícito el mote de “duelo de necesitados”. No por lo inmediato, pero cuando haya que contar los mangos, éstos son los puntos que más suman (o restan).

De cualquier manera, en el regreso del Pirata al Barrio Alberdi, ante su gente, Olimpo no tardó en quitarle la pelota y hacerse patrón. El equipo bahiense tiene bien clarito lo que es jugarse la vida en cada fecha y aprovechó una pifia de Turus en el fondo para abrir la cuenta a través de su hombre distinto, Martín Rolle.

Pero el empuje de la gente de Belgrano, el mismo equipo que mandó a River a la B, no podía pasar inadvertido. El local se hizo compacto entre sus líneas y ganó en presión y en tenencia de pelota. El técnico Zielinski cambió el esquema para incluir al Cuqui Silvera, flamante incorporación, pero el ex hombre de San Lorenzo no anduvo fino aunque sí cerca del gol.

Belgrano mejoró. Se hizo dueño del partido y tuvo tres claras para empatarlo antes del ET. En una pifió el propio Silvera y en las otras dos, brillante, Tombolini salvó al bahiense. El Pirata merecía más pero un pelotazo en el travesaño de Vega en el inicio del complemento disimuló la merma de Olimpo.

O parecía que la disimulaba, porque minutos después el Mudo Vázquez hizo justicia para Belgrano y lo empató con un lindo zurdazo. Ambos tuvieron algunas más pero De Felippe se fue encariñando con el empate y las más claras vinieron por aire y fueron para Belgrano.

El empate final teminó siendo justo y así ambos repitieron sus resultados de la fecha inicial. Y a pesar de los no tan rimbombantes apellidos y el poco color del empate, Belgrano y Olimpo jugaron uno de los mejores partidos en lo que va del Apertura. Es que el buen juego no sabe de categorías.

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