Paraguay: 30 días y 30 noches de golpes y purgas

Un vendedor ambulante sube a un ómnibus de Asunción y, al segundo, ya está promocionando los clásicos productos piratas que compró en Ciudad del Este: gafas de sol, DVD truchos y hasta pastillas de ajo que “pueden curar el insomnio y el cáncer”. En el primer asiento, una señora enfundada en mil abrigos tapa los ojos y oídos de una nena que debe ser su nieta y murmura: “El olor a mandarina de estos indios campesinos no se termina más”. A treinta días del golpe parlamentario a Fernando Lugo, las aguafuertes asunceñas replican el asimétrico cuadro social de toda la vida en Paraguay. Salvo que, ahora, los mercachifles y los Sin Tierra de ese país están un poco más expuestos al odio de la élite local.

Orgullosa y revanchista, la derecha paraguaya gestó en apenas un mes una vasta tarea restauradora: descabezó a todos los cuadros luguistas insertos en la administración estatal, congeló los programas sociales del anterior gobierno y hasta ofreció al Comando Sur norteamericano la instalación de una base militar en el Chaco paraguayo. Incluso, ayer mismo, su principal plataforma mediática –el diario ABC Color– divulgó una editorial incendiaria titulada “Los liberales del mundo son cobardes” para recordar que “resulta inexplicable que los gobiernos liberales de la región, como el de Sebastián Piñera de Chile, Juan Manuel Santos de Colombia o Laura Chinchilla de Costa Rica, hayan optado por permanecer en silencio, si no en abierta complicidad con la horda izquierdista que, cual bandada de buitres, se cernió sobre nuestro país ni bien tomaron conocimiento de que aquí uno de sus aliados estaba siendo sometido a juicio. En este sentido, el caso paraguayo fue paradigmático. Ni bien anunciado el inicio del impeachment a Lugo, los izquierdistas más violentos, radicales y antidemocráticos de la región como Chávez, Correa y Evo Morales actuaron con la velocidad del rayo, arrastrando en su impetuosa y provocadora correntada a los más tibios como Rousseff, Cristina Fernández y José Mujica”.