Se sabía o se intuía al menos, porque en realidad en fútbol nunca se sabe, que se iba a definir por detalles la final; que el que metía un gol lo ganaba; que iba a ser un partido duro, con pocas situaciones de gol, con muchos nervios, con tremenda tensión desde el primer minuto.

No se sabía, claro, de qué lado iba a caer la taba, en qué arco y en qué momento se produciría el detalle central, el que le pone moñito a todo el paquete. Fue a los 18 minutos del segundo tiempo. Tiro libre para Platense: centro pinchado al área, salto de Vázquez obligando a Ibáñez al rechazo, la pelota pica, le queda para la zurda a Mainero que es más derecho que zurdo, no lo piensa mucho y su bomba de izquierda va derechito, derechito a la red de Galíndez. Gol, golazo que quedará grabado para siempre en el alma de Platense, el gol más importante en los 120 años de historia de este club, que nunca había sido campeón.

Un detalle entre tantos detalles es que Mainero podía haber estado unos centímetros adelantado cuando partió el centro de Taborda, pero el VAR debe haber trazado líneas y ni siquiera lo llamó a Tello. Tampoco lo protestaron los de Huracán, así que cosa juzgada. Otro detalle para considerar es que en el momento en que se produjo ese gol, daba la sensación de que Huracán era más o que al menos estaba para más.

Miljevic, de flojo primer tiempo, había empezado a agarrar la pelota en el medio, el lateral izquierdo de Platense, Silva, amonestado, había sido reemplazado porque se temía algún foul para frenar al siempre peligroso Mazzanti y la segunda amarilla, y Cozzani ya empezaba a sentir que lo iban a exigir mucho más que en el primer tiempo.

Platense había sido un poquito más en la primera etapa, y había tenido un par de jugadas de gol. El reparto del control de la pelota había sido equitativo, pero los de marrón parecían más incisivos cuando les tocaba ir al frente. Como había ocurrido con anteriores rivales en este torneo, Platense metió mucho, a veces con vehemencia, preocupado antes que nada por cortar el circuito de juego de su rival. Y lo consiguió en la primera etapa, que se le estaba complicando un poco en el período final hasta que llegó el gol de Mainero.

Para las intenciones del Globo ese gol fue un pinchazo letal. Se desinfló totalmente y en lo que quedaba de partido todas sus embestidas no hacían otra cosa que darle entidad a los centrales de Platense, que sacaban una y otra vez la pelota de la zona caliente. Elizalde le había puesto un candado a Mazzantti, y los sucesivos cambios intentados por Kudelka poniendo gente de ataque no cambiaron absolutamente nada. Es más, en el último tramo se tuvo la sensación que Platense estaba más cerca del segundo que Huracán del empate.

Se sabía o se intuía que esto se definía de esta manera, pero ¿alguien sabía o acaso podía intuir o al menos imaginar cuando empezaron los partidos a todo o nada que Platense iba a dejar en el camino sucesivamente a Racing en el Cilindro, a River en Núñez y a San Lorenzo en el Bajo Flores antes de llegar a Santiago del Estero?.

Tal vez estaba sólo en la cabeza de ellos, de la dupla técnica Orsi-Gómez, de Vicente Taborda, del eficiente Vázquez, de Picco, de Mainero, de todos estos muchachos que dejaron hasta la última gota para inundar de felicidad al pueblo marrón. Salud Platense, modesto equipo, digno y legítimo campeón.