Un ex trabajador de La Nueva Provincia complicó a la familia Massot

Teófilo Gandi fue despedido tres semanas después del golpe de Estado. Había sido compañero de Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola, los delegados del diario que fueron secuestrados y asesinados. Fue el primero de los tres testigos que declaró hoy, en una nueva audiencia del juicio que investiga el rol de la Armada en Bahía Blanca durante la dictadura.Foto: Sol Vazquez

Por: Laureano Barrera

Un ex miembro del sindicato de Artes Gráficas que trabajaba en los talleres de impresión del diario la Nueva Provincia volvió a vincular en la persecución sobre algunos trabajadores del diario a la familia Massot. Teófilo Gandi, el testigo, fue despedido tres semanas después del golpe de Estado. Había sido compañero de Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola, delegados de los talleres, secuestrados el 30 de junio de 1976 y aparecidos asesinados en la Cueva de los Leones, un paraje pedregoso de las afueras de Bahía Blanca. En su declaración, esta mañana, Gandi atribuyó el secuestro de sus compañeros y su propio despido a la participación de los tres en una serie de paros que sostuvieron los empleados de la empresa en la segunda mitad de 1975, reclamando el cumplimiento de los convenios laborales que la patronal del diario incumplía. “Dijo que su despido había sido por haber participado de las medidas de fuerza de Heinrich y Loyola”, contó a Infojus Noticias una fuente judicial.

Gandi fue el primero de los tres testigos que declaró en una nueva audiencia del juicio que investiga el rol de la Armada en Bahía Blanca durante la dictadura, y complica el futuro cercano de Vicente Massot. En la causa hay 25 ex militares detenidos por privaciones ilegales de la libertad, tormentos y homicidios contra 66 víctimas, entre ellos, los dirigentes del Sindicato de Artes Gráficas, Heinrich y Loyola, cuyas desapariciones siguen siendo el eje en esta etapa del juicio oral.

Los señalamientos

En su declaración, Gandi evocó una imagen que mostraba la simpatía que los propietarios de La Nueva Provincia tenían con el poder militar. “Contó que el 24 de marzo de 1976, Diana Julio de Massot (la dueña del diario, cuyo directorio integraban sus hijos Vicente y Federico), y el más chico de sus hijos se pasearon por los pasillos del diario envuelta en una bandera argentina, riéndose, desafiantes”, le dijo a esta agencia la fuente que presenció la audiencia.

-¿A que no se animan a hacer huelga ahora?- le dijo la mujer a uno de los sindicalistas, ese 24 de marzo. En los días siguientes, despidieron a 17 obreros gráficos entre los que se encontraba Gandi. Nunca más lo reincorporaron y en la actualidad hace tareas de gas y plomería.

El segundo en pasar al estrado fue el entonces secretario del sindicato de Artes Gráficas, Enrique Mario Marano, que corroboró –en lo medular- lo que había dicho Gandi. Relató que los secuestros y asesinatos de los dos empleados estaban directamente vinculadas a la actividad gremial en La Nueva Provincia, “y cargó la responsabilidad sobre las autoridades del diario”, contó la misma fuente. Marano recordó reuniones de los directivos del diario con las autoridades militares locales, y dijo que ese conflicto se trasladó al ámbito nacional, donde las autoridades del diario se reunieron con Carlos Federico Ruckauf, ministro de Trabajo.

Heinrich era maquinista en la rotativa y secretario general del sindicato. Loyola, estereotipista y tesorero. Los problemas habían empezado varios años antes, en 1971, cuando eran delegados del taller: reafiliaron a varios compañeros expulsados cinco años antes. El clima se caldeó en el ’73 y el ’74, cuando hubo quitas de colaboración y paros que dificultaron por momentos la salida del diario.

A mediados de junio, mientras reclamaban el pago de días de paro descontados, Heinrich, Loyola y Molina fueron citados al Cuerpo V, donde un capitán les advirtió que “se dejaran de romper las pelotas”. El 30 de junio los secuestraron en sus casas. Primero a Loyola. Lo levantaron a las cuatro de la mañana después de dopar a siete familiares.  Después fueron a lo de Heinrich, que vivía con su esposa y cinco hijos. Cuatro días después, sus cadáveres baleados aparecieron en la “cueva de los leones”, a 17 kilómetros de Bahía Blanca. Estaban atados por la espalda, con signos de torturas y ejecutados con más de 50 tiros.

Los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani imputaron al empresario como coautor del homicidio de los obreros gráficos “instigando, determinando, prestando aportes indispensables para su concreción material y encubriendo a sus autores inmediatos”. Además lo acusaron de haber efectuado “aportes esenciales”, que “consistieron en el ocultamiento deliberado de la verdad”, en los secuestros, torturas y homicidios de 35 personas.

El tercer testigo

El tercer testigo no está vinculado a las complicaciones judiciales de Vicente Massot. Miguel Antonio Ginder fue secuestrado el 3 de agosto de 1976 junto con su padre en la localidad de Ingeniero White. Los trasladaron a Prefectura, donde su papa tuvo un infarto y fue trasladado a un hospital. A Ginder lo llevaron a la Base Naval de Puerto Belgrano donde pasó 74 días de miedo: encapuchado, sometido a golpizas permanentes y pases frecuentes de corriente eléctrica.

En los interrogatorios, le preguntaban por Catalina Ginder, su hermana, asesinada junto a su esposo Heldy Rubén Santucho, militantes de Montoneros, en un operativo en La Plata el 3 de diciembre de 1976. Ese día, Alejandra Santucho y su hermano Juan Manuel se salvaron. Mónica, que tenía entonces 14 años, fue torturada y asesinada en los chupaderos del circuito Camps. Sus restos fueron identificados en 2009 por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).

La audiencia continuaba esta tarde con un testimonio más del caso Ginberg y un sobreviviente de dos centros clandestinos de detención: secuestrado por una patota de la Marina, llevado a Prefectura (que dependía de la Armada) y de ahí al Quinto Cuerpo del Ejército.

fuente: infojus Noticias