Los jubilados que se quedaron seguían cantando contra la fila de gendarmes que los acorralaba sobre una de las esquinas de Callao y Rivadavia. Cada vez que el semáforo se ponía en rojo, un grupo avanzaba sobre la avenida, levantaba sus carteles y hacía sonar las cacerolas. Cuando el tránsito se abría nuevamente, regresaban al corralito. Así estuvieron largo rato, hasta que se hizo de noche. Fue su forma de rebelarse contra el protocolo antiprotestas con el que se topan casi todos los miércoles desde agosto del año pasado. Algunas horas antes, cerca de las cuatro de la tarde, habían puesto en práctica una nueva idea para eludir la represión: una caminata pacífica de varias vueltas alrededor del Congreso, siempre sobre la vereda. Un método similar al que implementaron los estudiantes chilenos alrededor del Palacio de la Moneda hace más de una década. Pero no hubo caso: el cordón policial los interceptó sobre Yrigoyen, a la altura de la entrada al Senado, se abalanzó sobre ellos y volvió a tirarles gases y a pegarles palazos. El saldo de la represión fue de 58 heridos, según el reporte de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM). Entre ellos, el padre Paco Olveira, del grupo de Curas en Opción por los Pobres. “Como decía el papa Francisco, piden justicia social y les dan gas pimienta”, dijo el cura a los medios tras los golpes que recibió.

Según contó Olveira, “estábamos marchando sin hacer daño a nadie, como todos los miércoles, esta vez dando la vuelta al Congreso”, cuando “la policía nos empezó a empujar de mala manera y tiraron a una jubilada”. “Entonces nos acercamos para asistirla, y un compañero quiso ayudarla a levantarse y lo terminaron agarrando”, agregó.

El detenido en cuestión fue Roberto Asorey, un excombatiente de Malvinas que milita en los espacios de jubilados del peronismo porteño, en el barrio de Flores. En varias fotos se lo ve junto al padre Paco intentando zafarse de la cacería. Los dos cayeron, pero a Olveira no lo detuvieron. “Al cura no se lo llevan detenido”, ironizó. “Pero sí está demorado el otro compañero, que no hizo nada. Me voy a ir con él. Yo tengo coronita, el pueblo no”, siguió, y remató con un llamado a la acción a sus pares de la iglesia para los próximos miércoles: “Quiero que seamos muchos más. Que haya monjas también, que venga algún obispo”.

El momento en que Paco intenta evitar la dentención de uno de los jubilados que marcharon este miércoles.

Olveira terminó con un corte profundo a la altura de su ceja derecha. Lo asistió el Cuerpo de Evacuación y Primeros Auxilios (CEPA Argentina), una ONG que trabaja a la par de la Defensoría del Pueblo en todas las marchas. En total fueron 58 los heridos, 26 con quemaduras en los ojos por el gas pimienta; la jubilada que fue arrastrada por la policía terminó con un golpe en la pierna y otro en el brazo, producto del escudazo que le propinó un Federal.

“Me siento bien, seguramente me habrán dado con alguno de los escudos o con la mano. ¡No me di cuenta! Me tomaron los datos por si después me quiere llamar el fiscal”, ironizó el cura.

El Congreso había amanecido completamente vallado. Cuando se produjo la represión, en del recinto los senadores ya llevaban unas tres horas de debate por el proyecto de Ficha Limpia. “Había una tensa calma, se sabía desde temprano que algo iba a pasar”, contó a Página/12 Valeria, una jubilada de 64 años que no se pierde una marcha. “Estábamos dando la vuelta al Congreso y bueno, empezaron a dar… ya ni miran a quién”. “Nos vinieron a buscar directamente, como pasa siempre. Yo me corrí porque estoy operada de los ojos y los gases me pueden hacer realmente mal”. Consultada sobre por qué sale cada semana a la calle, dijo: “Soy insulina dependiente. Cuatro remedios me sacaron. Cobro la mínima por moratoria y todavía la estoy pagando, me quedan dos años más”.

No naturalizar la violencia

Para el secretario ejecutivo de la Comisión Provincial por la Memoria, Roberto Cipriano García, la represión “fue absurda”. “En nuestros registros pueden verse como se arroja gas pimienta hacia personas mayores que solo cantan”, le dijo a este diario. Y pidió la intervención de la justicia para frenar la violencia de cada semana, que parece haberse naturalizado. “Ante este crecimiento y naturalización de la represión la justicia debe intervenir para ponerle límites y sancionar a los responsables políticos de estos hechos”, exigió.

Daniel Catalano, secretario general de ATE Capital, agregó por su parte un detalle: esta vez se utilizó un nuevo tipo de gas pimienta “que te descompone”. “Probaron uno que no es el naranja de siempre. Es más liviano al aire. Te genera náuseas y vómito”, describió.

Catalano, que estuvo acompañando a Olveira, dijo que la presencia del cura lo hizo “un miércoles distinto”, porque “un cura le pidió a las máximas autoridades de la iglesia que el miércoles próximo estén en la calle”, para ayudar a que “la sociedad entienda que los palos no resuelven el hambre de más de 6 millones de jubilados”.

Por su parte, la referenta del PTS, Myriam Bregman, sostuvo que la represión es “un método ejemplificador”. “El Gobierno se ve obligado, obligado entre comillas, a reprimir cada miércoles, a generar una escaramuza cada miércoles porque está destruyendo el PAMI y porque está terminando con el sistema jubilatorio tal cual lo conocimos. Las represiones no solo son para dar un mensaje a toda la población de que no quieren gente en la calle protestando contra las políticas de hambre, sino que tienen un alto contenido preventivo porque saben que en un tiempo, cuando la gente se vaya a jubilar, le digan que no hay más moratoria, que no califican para la PUAM, que se van a quedar sin jubilación, va a ser verdaderamente un escándalo lo que va a pasar en nuestro país”.

Bregman también apuntó a la justicia, que “avala este tipo de represiones”. “Deja que se golpee, que se gasee, que se lastime y las causas judiciales no avanzan, nunca tienen resolución”. “Si hubiesen actuado en la represión que balearon y le hicieron perder la visión de un ojo a mi compañero Matías Aufieri en febrero del año pasado, Pablo Grillo hoy no estaría atravesando lo que está atravesando, porque la justicia tendría que haber actuado ante operativos claramente dirigidos a disparar a la cara y golpear en la cabeza a los manifestantes”.