“Casas de baño” en España por la crisis

Toalla y jabón son lo mínimo que deben llevar consigo los usuarios, mujeres y hombres, además de champú o productos para el afeitado. El agua y las instalaciones modernas lo ponen estos baños, ubicados en dos barrios céntricos de la capital española.

Hasta hace tres semanas el servicio costaba 15 céntimos (unos 18 centavos de dólar), pero hubo un aumento -del 233 %- y ahora hay que dejar 50 céntimos (unos 60 centavos de dólar) en la taquilla.

“A ustedes, los que tienen trabajo, eso les parecerá poco, pero para mí es mucho dinero; déjeme en paz”, dice muy malhumorado un hombre búlgaro de aspecto demacrado que acaba de salir de uno de los baños.

Makelele, un senegalés que habita un apartamento compartido, explica, con mejor disposición, que en su casa no usa el baño “porque no está limpio” y por eso acude a ducharse cada día a los municipales.

También dice Makelele: “No me parece bien que le hayan subido el precio”, pero después de unos segundos añade “bueno, la vida es así…”. Y antes de irse a trabajar deja constancia de que los empleados de la Casa de Baños son amables.

No se pueden tomar dos duchas consecutivas. Las normas de la Casa tampoco dejan lavar ropa o quedarse en los pasillos. Además, sólo puede entrar una persona por cabina, en la cual también hay espacio seco para dejar la ropa y demás pertenencias.

El tiempo promedio de permanencia es de una hora y media porque, antes o después de la ducha, la gente se queda un rato en la zona de lavabos para cortarse el pelo, peinarse o afeitarse.

Las instalaciones son desinfectadas de forma permanente y cada ducha es sometida a limpieza después de cada uso. Los baños carecen de lujos pero son muy amplios y modernos, revestidos de mármol o mucho azulejo monocolor y con un aspecto cuidado, luminoso y limpio.

Víctor, un funcionario español, acude muchas mañanas a darse su ducha y de paso ahorrar en su factura de gas.

Uno de los auxiliares en los Baños, Ángel Sánchez, ofrece detalles del servicio: Acuden españoles y extranjeros de muchas nacionalidades, como polacos y rumanos, “a los que les gusta ducharse con agua muy caliente”.

Los rumanos suelen acudir los lunes y los marroquíes o ciudadanos de países árabes los viernes.

Hay un detalle que sorprende a Ángel: “que la mayoría de los indigentes se asea a diario, mucho más de lo que la gente piensa”.

Ángel e Inmaculada Gómez, encargada de otro baño, coinciden al explicar por qué acuden pocas mujeres y es -dicen- porque ellas viven menos en la calle, porque suelen estar en casas de acogida o “porque se apañan mejor para bañarse en casas de amigas”.

Inmaculada enseña sus estadísticas: unas 8.000 personas al mes, el 90 por ciento hombres no españoles de entre 40 y 60 años. En todo 2011 acudieron 97.920 usuarios.

La encargada destaca que en el último año se ha “triplicado” el número de rumanos que acude a bañarse, “siempre los domingos, en grupos de hasta 40 personas que arman mucho jaleo pero no molestan”.

La gente inmigrante de múltiples nacionalidades es una de las características de los usuarios de estos baños, y entre los españoles, como aprecia el senegalés Mekelele, “a algunos se les nota que si no hubiera crisis no estarían aquí”.

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