“La Iglesia calló para no romper su vínculo con los militares”

Las declaraciones del genocida Jorge Rafael Videla, máximo responsable de la última dictadura militar y condenado a prisión perpetua por ser responsable de delitos de lesa humanidad, realizadas a la revista española Cambio 16, han generado un rechazo y repudio generalizado en diversos sectores de la sociedad argentina. Entre sus afirmaciones, dijo que recibió la colaboración de la Iglesia y el empresariado a la vez que justificó el golpe, la represión y se consideró víctima de “una venganza”. En nombre de uno de los tantos desaparecidos que Videla hizo “desaparecer”, Flora Castro de Habegger, compañera del periodista y militante desaparecido Norberto Habegger, eligió dialogar con Tiempo Argentino para, según sus palabras, “contestar los dichos respecto al papel jugado por la Iglesia Católica en esos tiempos nefastos”.

 
–¿Qué es lo que la impulsa a contestar las declaraciones del dictador Jorge Rafael Videla?
–Yo siento la obligación moral y ética de responder a sus repudiables afirmaciones en nombre de mi compañero Norberto Habegger, secuestrado en Brasil y desaparecido posteriormente –en agosto de 1978– en nuestro país. Además, como es sabido, la militancia de Norberto era de origen cristiana, como se detalla en el libro de mi autoría y de Ernesto Salas, publicado con el título Norberto Habegger, cristiano, descamisado y montonero. A lo largo de los distintos capítulos se comprueba fehacientemente el papel jugado por la Iglesia Católica a favor del terrorismo de Estado. En el último capítulo se publica la carta escrita por Norberto y entregada al Episcopado argentino con fecha 18 de abril de 1978, en la que se hacía una propuesta de “pacificación nacional”.
–¿Qué hizo la Iglesia con esa carta?
–En ese entonces con (Raúl) Primatesta a la cabeza, como él argumenta, la Iglesia la ignoró y siguió  apoyando no sólo a la dictadura sino bendiciendo a aquellos que “en nombre de la patria”, y vaya a saber qué valores, seguían torturando, matando, violando, robando niños y realizando toda clase de vejámenes contra los que disentían respecto a su nefasto proyecto.
–¿Qué responde a la afirmación de Videla respecto a que “la Iglesia cumplió con su deber, fue prudente y dijo lo que le correspondía decir”?
–Norberto ya en aquella época, dirigiéndose al Episcopado y les dice: “Ustedes conocen el drama de millares de familiares recorriendo los cuarteles, las comisarías, golpeando centenares de puertas con la incertidumbre de no saber nada por la suerte de los suyos, creciendo en sus corazones el odio por tantos crímenes, por tanta desolación en nuestra patria.”
–¿Hizo algo la Iglesia frente a este pedido y denuncia de un militante cristiano?
–No pidió por aquellos cristianos que por ser fieles al evangelio luchaban y trabajaban buscando una sociedad más justa solidaria e igualitaria. Sí se comprometió con aquellos que ejercían el poder tratando de no molestar al gobierno militar para no hacerlos quedar mal, advirtiendo que se corrigieran “supuestos hechos condenables” y algunos “excesos”. Son tantos los testimonios al respecto de este accionar como innumerables las listas de sacerdotes, monjas, seglares, hermanos de caridad, misioneros laicos, catequistas, torturados muertos y desaparecidos, solamente por seguir la Teología de la Liberación, proclamada por el mismo Episcopado Latinoamericano, en su reunión del Celam,  en Medellín, Colombia, en 1968. Insisto: ¿que hizo la Iglesia frente a ello? Callar y apoyar para no romper relaciones. El silencio y la complicidad con el terrorismo de Estado fue más importante que seguir los dictados del Evangelio, donde  el amor proclamado por Cristo fue confirmado en la práctica de aquellos que se comprometieron con su hermano necesitado, explotado humillado y aplastado por ser pobre y marginado. Alguna vez dijeron los obispos en uno de los documentos que elaboran en sus reuniones anuales en San Miguel: “Allí donde la paz social no existe, allí donde se encuentran injustas desigualdades sociales, políticas, económicas y culturales hay un rechazo del don de la paz del Señor, más aun rechazo del Señor mismo.”
–Dice Videla: “la Iglesia expresó lo que consideraba que no se estaba haciendo bien porque podía corresponder a su terreno, pero no fue a más”…
–Claro que no fue a más. La Iglesia dejó que se siguiera secuestrando torturando y matando, justamente a los que trabajaban por esta paz y esta justicia.
–Videla habla de varias iglesias y separa a otras de las iglesias de Latinoamérica a las que denomina “izquierdistas”.
–Por supuesto existían y existen otras iglesias. Yo hablo de las que se comprometieron con su pueblo y defendieron a los perseguidos injustamente en nombre del Evangelio. Y más aun, defendieron a todos aquellos que sin ser cristianos buscaban la justicia, la igualdad social y la solidaridad entre los pueblos. Ellos sí que fueron verdadero ejemplo de las enseñanzas de “amar a tu prójimo como a ti mismo”. Podemos citar a la Iglesia chilena y a muchos de sus obispos, a la brasileña, nicaragüense, colombiana, etcétera. Y también con justicia podemos mencionar a muchas iglesias cristianas no católicas, luteranas, anglicanas, evangélicas y, en general, ecuménicas en su continuo denunciar el no respeto de los Derechos Humanos, tanto de la dictadura argentina como de otras imperantes en esos momentos en distintos países de América.
–Frente al comprobado compromiso de la Iglesia con la dictadura, ¿qué sintieron los militantes y fieles católicos?

–Muchos de los cristianos que vivimos esa época nefasta del Proceso sentimos  un inmenso dolor por el abandono de la que considerábamos nuestra madre,  la Iglesia Católica Argentina que comprometida totalmente con los que usurparon el poder para fortalecer sus estructuras de injusticia, abandonaron a todos aquellos que necesitaban de su apoyo mientras compartían el poder y contribuían aun con algunos miembros de su estructura como capellanes y algunos sacerdotes a instaurar ese injusto y criminal sistema de la dictadura. Videla lo dice con claridad con respecto al cardenal Primatesta: “debo reconocer que llegamos a ser amigos y en el problema del conflicto de la guerra tuvimos grandes coincidencias”. Es triste y totalmente rechazable el papel que jugó la Iglesia en esta etapa, frente a tanta acción criminal desplegada y como dice Norberto en su carta: “ Estos signos revelan el genocidio más terrible que ha conocido nuestro país, el desprecio profundo que sienten estos “dueños del  poder”, por nuestro pueblo, por su historia, por sus símbolos, por sus creencias, por sus reivindicaciones, por sus organizaciones más representativas” esperamos como cristianos que alguna vez tengan la humildad de hacer un verdadero examen de conciencia.

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