Por Ricardo Rouvier
Tomada la decisión del acuerdo de precios entre el gobierno y las principales cadenas de supermercados –necesario ante un rebrote inflacionario durante enero–; se generó un convenio temporario con los empresarios que provocó reacciones adversas de la oposición política como de los grandes medios.
Pocas horas después de iniciado el operativo, Clarín tituló: “Tras el congelamiento de precios ya escasean algunos productos.”
La segunda parte del enunciado apunta a generar una situación, por demás amenazante, para una población que necesita proveerse de alimentos básicos y que lo hace casi diariamente.
Esta intervención falaz, debido a que hasta el momento no hay ningún alerta consistente sobre dicha amenaza, fue dirigida hacia el público para influir en el humor colectivo.
Además, se agregaba en la edición la información sobre la decisión de algunos supermercadistas de colocar carteles con límite de compra (dos kilogramos de azúcar; tres unidades de aceite, etc). Esto se lo exhibía como prueba de la crisis de abastecimiento.
Como vemos, se construye un acontecimiento con el fin de deteriorar la relación entre sociedad y gobierno.
Resulta paradojal observar como algunas críticas que preanuncian catástrofes provienen de los autores de las reales catástrofes vividas hasta no hace muchos años.
La acción comunicacional como muchas opiniones, más que fundarse en cuestiones técnico-económicas, se justifican en la necesidad de esmerilar a un gobierno, autor de la Ley de Medios, y que enfrenta este año una evaluación importante de su gestión.
Es indudable, desde la experiencia académica y empírica de la comunicación pública; que enunciados de este tipo conllevan la provocación del temor, o miedo en sectores de la población. Para que, luego, este temor se direccione hacia la responsabilidad gubernamental.
Se supone que algo residual quedará, por más que luego en la realidad los vaticinios no se cumplan. Lo que está faltando en las grandes góndolas de los medios influyentes son noticias ciertas.