Cuando el miércoles pasado David Cameron se levantó de su asiento en el Parlamento inglés y con el cuerpo inclinado hacia los diputados del Partido Conservador sostuvo, sin que su voz o su cara denotaran ironía alguna, que la Argentina estaba adoptando una actitud colonialista respecto a los habitantes de las Malvinas, no hacía más que repetir una vieja treta del establishment de su país: fuga hacia adelante para distraer la atención.
El mismo día en que se anunciaba que el desempleo había aumentado hasta su pico más alto desde 1996 -casi 2,7 millones de personas o el 8,4 % de la población activa esta sin trabajo- el primer ministro eligió la cuestión de la soberanía y la autodeterminación de los kelpers como un gesto distractivo más ante las malas noticias en casa. El hombre que reconoce a Margaret Thatcher y Tony Blair como sus mentores políticos empleó una paradoja que sonó ridícula: la madre de todos los imperios acusando a un país sudamericano de colonialismo. El periódico Socialist Unity describió la frase como nominada al premio anual “Se ríen de nosotros”.