“En Argentina los científicos estamos mucho mejor”

"En Argentina los científicos estamos mucho mejor"

“En Argentina los científicos estamos mucho mejor”

A Andrea Gamarnik un mandado de su abuela le cambio la vida. “Anda a comprarme los remedios a la farmacia de 9 de Julio y Pergamino.” Al llegar y mirar la vidriera del local, la mujer se enteró de que el Colegio de Farmacéuticos de Lanús otorgaba becas de estudio

“Vengo de una familia que no tuvo nada. Mi viejo era obrero y mi mamá ni siquiera pudo terminar la primaria. Decidí anotarme en la convocatoria y fui la primera becaria. Me compraban los libros y me daban un viático para ir y volver durante los cuatro años de duración”, recordó la mujer que hoy tiene 51 años y acaba de ser reconocida a nivel mundial por sus investigaciones acerca del virus del dengue.

Según consignó Tiempo Argentino, la jefa del Laboratorio de Virología Molecular de la Fundación Instituto Leloir (FIL) e investigadora principal del CONICET, viajará a París en marzo para recibir el premio internacional L’Oréal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia”.

Si lo comprarás con la Argentina de antes, los científicos estamos muchísimo mejor. Todavía falta inversión e infraestructura.

En la charla con Tiempo reconoció que “es una gran alegría ser reconocida internacionalmente y también es un orgullo porque todo este trabajo lo hicimos en Argentina” y también se preguntó: “¿Por qué en el año 2015 necesitamos hacer una distinción de ese tipo? No debería ser necesario eso, ni una ley de cupo, ni otra que controle que a las mujeres no les peguen ni las maltraten. En un mundo ideal no se necesitaría nada de eso, pero la ciencia como muchos otros ámbitos de la sociedad, marca diferencias. La pregunta es cuál es la raíz de esta diferencia y yo creo que es el jardín y la escuela. Los niños juegan a la pelota y construyen cosas mientras que las nenas juegan a la muñeca y hacen el té. Esas construcciones de género desde tan chiquito hace que cuando seas grande puedas estar condicionada.” No fue el caso de Andrea, que además de dirigir un equipo de nueve científicos y trabajar cerca de diez horas por día, también juega al fútbol, cuando su maltrecha rodilla se lo permite.

–¿Cómo es el trabajo de un científico?

–El trabajo de un científico es muy tedioso. Consiste en hacer experimentos todos los días y la mayoría fallan, por lo que puede ser muy frustrante. A mí me encanta el no saber y tener que hurgar en el conocimiento. Es como estar todo el tiempo en un cuarto oscuro chocándote con todo hasta que te encontrás con algo.

–¿Y el de una científica rodeada de hombres?

–Los laboratorios y las universidades de ciencia y tecnología en la Argentina están llenos de mujeres. Incluso, según datos recientes de la Unesco, ocupamos el 52% de la currícula universitaria. La falta de oportunidades para estudiar no se da por si sos hombre o mujer sino por cuán pobre seas. Por otro lado, en la carrera del CONICET, conforme van subiendo las categorías, hay cada vez menos mujeres. También te tengo que decir que alguna vez recibí algún tipo de discriminación, aunque sutiles.

–¿Qué te motivó a dedicarte a esto?

–Desde chiquita me llamaban mucho la atención la naturaleza y la biología. Ya a los 10 años escuchaba a Carl Sagan y me cuestionaba cuál es el origen de la vida. Eso me generaba emoción. Sin embargo, en la secundaria, ya como una joven idealista, decidí estudiar Economía Política, porque además me gustaban los números. Pero me hice un test de orientación vocacional y la biología resurgió, estaba dentro mío. Entré a estudiar Bioquímica en pleno proceso militar. Todo gracias a la beca.

Luego de hacer el doctorado, Andrea viajó a San Francisco, Estados Unidos, donde trabajó más de nueve años. Investigó la forma de inhibir los hongos patógenos de la soja y en virología molecular. “Allí siempre es primavera”, resumió.

–¿Cómo es hoy trabajar en ciencia en Argentina?

–Volví al país a fines de 2001, cuando la situación era complicada. Cuando se creó el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MINCyT) se vio una señal del gobierno y la situación mejoró enormemente. Si lo comprarás con la Argentina de antes, los científicos estamos muchísimo mejor. Todavía falta inversión e infraestructura.

–¿Por qué volviste?

–Es una cuestión ideológica y personal. Me encantaba San Francisco pero yo me formé en la universidad pública, me encanta discutir y trabajar aquí con mis becarios. Creo que la motivación es lo más importante y en Argentina tengo ese motor para laburar en algo que es relevante. Me encanta lo que hago. En nuestro país tenemos científicos muy buenos, gente muy formada e inteligente.

El trabajo del equipo liderado por la doctora Gamarnik en el laboratorio de Virología Molecular de la FIL llevó al descubrimiento del mecanismo de replicación del material genético del virus del dengue. Dicho mecanismo es fundamental para que el virus del dengue pueda infectar y causar enfermedad. Sin embargo, fueron muchos los logros desde que se abrió el laboratorio en 2002, al regreso de su exilio, motivado por un programa de repatriación de científicos del Leloir. Por ello es que desde la institución consideraron que este premio es el reconocimiento al trabajo científico sistemático y creativo de todo un grupo de investigación que se dedica desde hace más de diez años a estudiar al virus del dengue.

“En 2006 descubrimos cómo hace el virus del dengue para multiplicar su material genético. A partir de una molécula de ARN, este virus se multiplica en miles de copias. Descubrimos cómo hace la polimerasa, la proteína del virus, para reconocer el material genético y copiarlo. De esta manera se puede controlar la propagación”, explicó.

Este año, el equipo también entendió cómo el virus del dengue que está en el mosquito es diferente a la población que está en la persona infectada. Así, una vez que pica, el virus muta y se convierte en una población distinta. Eso llevó a conocer con más detalle cómo es la propagación.

El virus del dengue causa en humanos la enfermedad viral más importante a nivel mundial trasmitida por mosquitos. En la actualidad el dengue infecta a más de 390 millones de personas por año. El Cono Sudamericano tiene cerca de dos millones de casos (medio millón sólo en Sao Paulo), y en el brote argentino de 2009 se registraron 30 mil casos. Sin embargo, aún no existen antivirales ni vacunas aprobadas para controlarlo, aunque Francia podría dar alguna noticia el año que viene.

–¿Sienten que el tiempo los apremia?

–Es interesante eso. Siempre me pregunto por qué hacemos lo que estamos haciendo y de la forma en que lo hacemos. Te puedo hacer una lista larga de cosas que aprendimos trabajando así, pero el conocimiento no cura a las personas infectadas. Entonces, me pregunto si uno que está en el laboratorio, puede hacerlo todo. No, no podemos. Entonces, hay que dividirse la tarea. Por eso, una de las tareas más importantes de nuestro laboratorio es generar recursos humanos capacitados para pensar, tomar el problema y que lo lleven un paso más allá.

Creo que no existe diferencia entre ciencia básica y ciencia aplicada. Nosotros pensamos cómo podemos aplicar lo que aprendimos y así es como una de las herramientas que descubrimos en 2005 ahora la podemos usar para encontrar antivirales.

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