La historia de la mujer que visitó al Papa y se recuperó de “milagro”

“Milagrosamente estoy viva”, cuenta Carolina Balbuena, argentina y de 41 años de edad, que vive hace diez años en España y hace cuatro que le diagnosticaron cáncer. Recientemente, estuvo cerca de la muerte al perder las capacidades del habla, de la visión y de motricidad. Sin embargo, todo esto se habría resuelto en un solo día cuando, según ella misma remarca, viajó al Vaticano y recibió la bendición del Papa.

En 2009, a Carolina le diagnosticaron cáncer de mama y a los siete meses debió dejar su trabajo de administrativa en un centro de pilates por las consecuencias que acarreaba la enfermedad. Durante un tiempo, con altibajos, pudo convivir con la enfermedad hasta comienzos de este año.

“En enero el cáncer se dispara a todos los órganos, al hígado, a los huesos de la cabeza, a los ganglios, a la retina. Pierdo un 70% de visión porque la metástasis estaba atrás del ojo. Lo único que hay para eso es quimioterapia. Hago dos ciclos de quimioterapia muy fuerte y no resisto porque me bajan mucho las defensas”, relató Carolina al diario La Nación desde su casa.

“En ese momento, yo no creía en Dios para nada, estaba muy renegada”, cuenta Carolina, quien tuvo una formación evangelista de pequeña pero que tuvo un marcado interés por el catolicismo -la religión de su actual ex marido-, por lo que decidió bautizar a sus dos hijas, que hoy tienen 12 y 15 años.

Carolina reconoce que el escepticismo que le despertaba la religión a comienzos de año cambió el 13 de marzo, cuando escuchó en las noticias que su compatriota Jorge Bergoglio sería el nuevo jefe de la Iglesia Católica.

“Fue una alegría para mí porque vi algo en él. A partir de ahí algo en mi corazón dice “Lo tenés que ir a ver, lo tenés que ir a ver””, rememora.

Al día siguiente de la asunción del nuevo Papa, Carolina ya había logrado que un grupo de monjas le consiguieran entrada para ir a una audiencia general -que el Papa encabeza todos los miércoles-, y colectar la suficiente cantidad de dinero (entre amigos y la parroquia) para sustentar el viaje de un día. Pese a las limitaciones de su salud, que impedía que Carolina se moviese sola y la obligaba a usar una silla de ruedas, su oncóloga, la doctora Nieves Díaz Fernández, la incentivó para que fuera.

El 10 de abril, Carolina llegó al Vaticano cargada de ansiedad: “Sólo el estar frente a él es como una energía, una fuerza, una presencia de Dios. Viene a mí y me reza. Yo le digo «Tengo cáncer, pero creo en Dios y en los milagros y gracias a usted volví a creer en Dios». Me dice «Ojalá, ojalá, ojalá». Me bendice. Bendice a mi amiga, que es la que hace toda la fuerza para que yo pueda ir. Le muestro la firma de mi oncóloga y le pido que la bendiga porque ella cura a los enfermos. Me bendice dos veces. Y la vuelve a bendecir a ella [la oncóloga]”.

“Milagrosamente estoy viva”, cuenta Carolina Balbuena, argentina y de 41 años de edad, que vive hace diez años en España y hace cuatro que le diagnosticaron cáncer.

“Le digo «Su Santidad, ¿le puedo dar un beso?». Yo pensaba darle un beso en la mano, pero él se agacha me da un beso y me dice «Que Dios te bendiga». El guardaespaldas también me da la mano, porque era un momento muy emotivo. Con su mirada me transmitió todo. Él pudo ver mi dolor”, agrega Carolina.

El mismo día, Carolina regresó a España y se sentía totalmente cambiada, aunque su enfermedad se seguía manifestando y la llevó a un límite. “Pude estar parada, con mucha energía, pero lamentablemente tuve otras recaídas en la cabeza, en la meninge. Vomitaba mucho. La cosa no iba bien. Pero todo el tiempo pensaba en que yo estaba bendecida, en que esto iba a funcionar. Fueron dos meses muy malos, en los que estuve entre la vida y la muerte”, expresa.

Esos dos meses incluyeron tres semanas de internación, en los que los médicos le decían que le quedaban “muy pocos días de vida”. “Todo el tiempo mi energía, mi pensamiento era «Estoy bendecida». El proceso que tuve que pasar en este tiempo, todo fue pensando en el momento en el que yo estuve con él”, continúa.

“Y de repente me empiezo a poner bien”, subraya. Su recuperación llevó a que el lunes pasado le dieran el alta en el Hospital de San Juan de Alicante porque el cáncer “se está reduciendo”. Los nódulos de las metástasis eran externos, por los que ella pudo verlos achicarse gracias a la quimioterapia que ahora puede resistir sin problemas. Le quedan cuatro ciclos, cada 21 días, de los seis que conforman el tratamiento.

“No tengo ni un solo síntoma de quimioterapia. Hace una semana hago vida totalmente normal. Puedo caminar, cocino, manejo”, dice, sorprendida por haber recuperado una rutina que logró apreciar. “Estoy viva”, reflexiona en voz alta.

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