Por qué debemos mirar a Hungría. Gobiernos reaccionarios y ofensiva contra lxs trabajadorxs: un peligro de estos tiempos. Fuente TRAMAS

TRAMAS

Boletín de noticias sobre Trabajo y Sociedad en Bahía Blanca

Las comparaciones internacionales se están transformando en peleas por ver cuál es el mejor ejemplo para sostener un argumento. “La salida a la Suecia” o la “vía chilena” fueron modelos utilizados por economistas ortodoxos en la televisión argentina para defender posturas anti – cuarentena, por ejemplo. Lejos de esos ejercicios descontextualizados y de los usos y abusos de la comparación internacional, en la presente nota quisiéramos poner el foco en un país en particular.

Con casi 10 millones de habitantes, en Hungría se viene desarrollando un proceso al que debemos prestar atención. El acceso y la consolidación en el poder de Viktor Orbán representan un importante avance de la derecha a nivel mundial aunada a la proliferación de discursos de odio. Tal es así que el propio Steve Bannon (empresario de medios, estratega político y asesor de gobiernos y grupos de derecha) denominó a Orbán como el “Trump antes que Trump”. Resulta también importante revisar este país porque en el último año se concretó una reforma laboral que flexibilizó las condiciones de trabajo y se avanzó contra las organizaciones gremiales. Consideramos relevante mirar a Hungría porque durante la pandemia del COVID 19, el gobierno centralizó el poder y suspendió el parlamento. Y finalmente, queremos enfocarnos en la Hungría de Orbán en un contexto en el cual los discursos de odio y los gobiernos, partidos y movimientos reaccionarios están avanzando.

La presente nota está divida en cuatro partes. Primero, presentaremos una introducción a la situación de Hungría, buscando dar cuenta de la emergencia de Orbán y su “democracia iliberal”. Luego analizaremos los rasgos de la reforma laboral en el país. En tercer lugar haremos referencia a las medidas llevadas a cabo durante la pandemia. Finalmente intentaremos leer el proceso de Hungría en un contexto más general, tratando identificar tendencias y estimular preguntas.

Foto: Horacio Culaciatti @horacioculaciatti

1.   Hungría en contexto: integración a la economía de mercado, crisis mundial y consolidación de la “democracia iliberal”

La caída del bloque soviético encontró en Hungría un país clave. Siendo uno de los primeros países en los que se desplegaron los movimientos anticomunistas que cuestionaron al PCUS y a la URSS, Hungría también asumió la vanguardia en la integración a la “economía de mercado” en los años noventa, aplicando todas las recetas neoliberales y formalizando su ingreso al proyecto de la Unión Europea en 2004. “Democracia liberal” y la apertura económica fueron las banderas en las que se encolumnaron los países del Centro y el Este europeo en los noventa al calor de la expansión del neoliberalismo.

La integración al mercado europeo se manifestó en este país de la mano de un proceso de desregulación, apertura comercial y privatización tan nítido que podría ser expuesto como fiel ejemplo de un manual neoliberal. Las vulnerabilidades derivadas de estas políticas se evidenciaron al calor de la crisis global de 2007/2008. El gobierno socialdemócrata de aquel entonces intentó revertir los efectos de la recesión a partir de la implementación de ajuste (sacadas del mismo manual). ¿Los resultados? Aumento de la pobreza, aumento de la desigualdad y recesión. Pero los efectos de la crisis también se manifestaron políticamente: En las elecciones del 2010, el FIDESZ (Alianza de Jóvenes Demócratas) obtuvo un 52,7% de los votos, seguido por el MSZP (partido socialista húngaro) y por el neofascista Jobbik (Movimiento para una Hungría Mejor). De este modo, asumió al poder Viktor Orbán y, desde entonces, se erigió como líder de la democracia i-liberal.

El discurso de Orbán busca conjugar el “orgullo nacional” en Hungría junto a las denuncias de los gobiernos social-liberales que lo precedieron, dando lugar a expresiones xenófobas, racistas, homofóbicas y transfóbicas y a formas de gobierno cada vez más autoritarias. Philippe Alcoy describió en Révolution Permanente cómo la presidencia de Orbán logró establecer en estos años  un aparato ejecutivo de tipo policial: “concentración del poder en las manos del partido gobernante, control del Ejecutivo de los diferentes poderes e instituciones del Estado, control cada vez más restrictivo de los medios y represión contra las voces disidentes, cambios en las leyes electorales (…) Orbán desmanteló todos los “frenos” y “contrapesos” jurídicos e institucionales, para después ocupar los puestos políticos clave con personas incondicionalmente fieles a su persona”. En la misma línea, Elisabeth Zerofsky (The New Yorker) explica que “Orbán ha inventado un nuevo tipo de sistema autoritario que mantiene las apariencias de una democracia y deja de funcionar como tal”.

En términos políticos, la “democracia iliberal” se expresa con una retórica nacionalista-conservadora y xenófoba. Muestra de ello fue política reaccionaria anti-refugiadxs que llevó a cabo Orbán en 2015, bloqueando la ruta de lxs migrantes que cruzaban Hungría hacia el norte de Europa. Por cierto, una política funcional a los intereses de Merkel.

¿Qué sucede en términos económicos?

1.1.             Contradicciones del “capitalismo húngaro”. El caso de la industria automotriz

Orbán alega construir el “capitalismo húngaro” conducido por “capitalistas nacionales”, pero materialmente este discurso se diluye en la configuración de una economía dependiente. Si decíamos que la incorporación de los países exsoviéticos en la “economía mercado” siguió al paradigma neoliberal, los sectores que se beneficiaron fueron los capitalistas europeos que deslocalizaron sus producciones en el país aprovechando los bajos salarios y las facilidades fiscales y regulatorias ofrecidas por Budapest. El caso más emblemático en este sentido se corresponde a la industria automotriz. Ágnes Gagyi y Tamás Gerócs en su artículo para LeftEast afirman que Hungría es el país que más ingresos nacionales proveyó a empresas Volkswagen, Mercedes-Benz y BMW para fomentar la deslocalización. Complementariamente, Zoltán Pogátsa y Adam Fabry (Jacobin) conciben que el país en su incorporación a la “economía de mercado” se convirtió en una especie de “cartelista” regional:

 “Desde 1989, el capital alemán ha invertido mucho en estos países debido a su proximidad geográfica con los Estados europeos centrales, los sindicatos extremadamente débiles y los costos laborales relativamente bajos (actualmente, los salarios en los países Visegrád [Hungría, Polonia, Eslovaquia y República Checa] son una cuarta parte de los niveles alemanes) (…) La mayor parte de lo que ocurre en estos países es el trabajo de ensamblaje de bajos salarios, como fases subcontratadas de cadenas de producción transnacionales”.

Zoltán Pogátsa y Adam Fabry

Este grado de internacionalización de la economía húngara inviabiliza cualquier intento de “capitalismo nacional” dentro de los límites del propio sistema. El Fondo Monetario Internacional en su Informe del sector externo de 2019 identifica a Hungría como una de las economías más profundamente integradas en las cadenas de valor transnacionales del mundo (ver gráfico 1). Entonces, la traducción objetiva del discurso nacionalista-conservador de Viktor Orbán es la consolidación de “capitalismo sometido a los intereses imperialistas”, tal como afirma Philippe Alcoy.

Gráfico 1. Integración en Cadenas Globales de Valor. FMI

Fuente: FMI, 2019

Al respecto el economista Thomas Piketty (Le Monde) detalló que entre 2010 y 2016, las salidas anuales de beneficios y de rentas de la propiedad representaron por término medio el 7,2% en Hungría, lo que redujo en consecuencia la renta nacional. Actualmente, la industria automotriz emplea a 240.000 trabajadorxs en el país. Con esto, Hungría se está acercando a Eslovaquia, el mayor fabricante de automóviles per cápita del mundo. Otro rasgo del empleo en Hungría es la alta emigración económica forzada: alrededor de 600.000 trabajadorxs emigraron. Según Philippe Alcoy “a pesar de las grandes inversiones extranjeras, la clase obrera sigue en una situación precaria y con salarios muy bajos, incluso en los sectores mejor pagos, como la industria automotriz”. Asimismo, pone de manifiesto otro problema: la falta de mano de obra.

Acentuando los discursos de odio, Viktor Orbán consolidó su poder desde su primera elección e incluso proyectándose a escala regional. Un gobierno de extrema derecha que lejos de revertir los efectos del neoliberalismo en Hungría, los aceleró. Como bien lo resumen Zoltán Pogátsa y Adam Fabry

“(…) se ha optado por buscar la austeridad neoliberal para las masas (desde 2010 el gasto gubernamental en educación y atención médica ha disminuido sustancialmente, mientras que el gasto en protección social, que ya está por debajo del promedio de la UE antes del regreso de Orbán al poder, ha disminuido), mientras promueve el enriquecimiento de una pequeña y leal clase de capitalistas nacionales”.

Zoltán Pogátsa y Adam Fabry

La consolidación del neoliberalismo como proyecto de clase, que atraviesa los gobiernos del Partido Socialista y el actual gobierno de extrema derecha, se puede ver con la claridad en la ofensiva contra lxs trabajadorxs, y su mejor reflejo son las reformas laborales encaradas por Orbán.

2.   La reforma laboral: Flexibilización y ataque a los sindicatos

Decíamos que la integración como “economía de mercado” de Hungría vino de la mano de un proceso de deslocalización, principalmente aprovechado por capitales alemanes. Las empresas trasladaron etapas productivas a países con bajos salarios y beneficios fiscales, como Hungría. Hoy, el salario promedio anual de lxs trabajadorxs de Hungría es uno de los bajos de toda la Unión Europea, según datos de la OCDE (ver el gráfico 2). Sin embargo, el capital sigue presionando por mejorar las condiciones para sus inversiones y el gobierno de Orbán responde con flexibilización laboral y debilitamiento del poder sindical.

Gráfico 2. Salario Anual Promedio. Unión Europea. En dólares

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la OCDE

En 2012, el gobierno impulsó una reforma del Código Laboral con el objetivo principal de flexibilizar la protección del empleo, buscando ser el “mercado laboral más flexible en el mundo”, según las propias palabras del Primer Ministro. Sin embargo, “esta estrategia contrasta con los estudios, que muestran que el Código Laboral de Hungría ha sido bastante flexible en una comparación internacional en las últimas dos décadas” señalan los profesores de la Universidad Católica Pázmány Péter de Budapest, Tamás Gyulavári y Gábor Kártyás.

El diagnóstico que hicieron las empresas extranjeras y el gobierno es que existen dos problemas: (i) Emigración laboral: “cerca del 8% de toda la fuerza laboral de Hungría se ha mudado a Occidente en los últimos años, en particular Austria, Alemania y el Reino Unido, sus remesas representan el 3% del PBI (una entrada neta que junto con el 6% del PBI representado por las transferencias de la UE ha ayudado a apuntalar la “recuperación” económica de Hungría) explican Zoltán Pogátsa y Adam Fabry en Jacobin); (ii) Escasez de mano de obra calificada: “el 86,6% de los empleadores industriales húngaros se quejaron de que sufrían de escasez de mano de obra calificada” citan Pogátsa y Fabry

En un documento elaborado por el Programa Capacitación y Estudios sobre Trabajo y Desarrollo de la Universidad de San Martín (CETyD – UNSAM) se analiza con detalle la Reforma del Código Laboral (2012). La cual consistió en:

  • Aumento de la flexibilidad horaria al incrementar la cantidad máxima de horas extra anuales que puede realizar un trabajador (de 200 a 250 horas, con la posibilidad de que los acuerdos colectivos la eleven hasta 300);
  • Facilitación de los despidos por tres vías:
    • Reducción las indemnizaciones;
    • Incremento del período de prueba;
    • Habilitarlos durante la licencia por enfermedad del trabajador;
  • Reducción de la responsabilidad de los empleadores en los accidentes de trabajo;
  • Ampliación de la lista de empleos atípicos habilitados (los cuales gozan de menores niveles de protección).
  • Restricción de la actividad sindical (restringe la cantidad de horas que lxs representantes pueden destinarle a la actividad sindical y, en simultáneo, elimina la posibilidad de que las empresas abonen una compensación económica a los gremios cuando dichos representantes no utilizan la totalidad del tiempo del que disponen para llevar adelante sus tareas sindicales).
  • Restricciones al financiamiento de los sindicatos
  • Fortalecimiento de comités de empresa (sin tutela ni habilitación para organizar medidas de fuerza) “Tienen una capacidad de oponerse a las decisiones de los empresarios mucho más limitada que la de los sindicatos. Según la normativa vigente, los comités deben fomentar la “cooperación entre empleadores y trabajadores”. Además, la tutela de la que gozan sus miembros es aún menor a la de los representantes sindicales ya que sólo su presidente está protegido contra el despido, están imposibilitados legalmente de organizar o apoyar huelgas, y no tienen derecho a iniciar procedimientos ante las autoridades”

(Fuente: CETyD, 2020)

Este proceso de flexibilización asumió una nueva etapa con la segunda reforma laboral encarada en la Hungría de la “democracia iliberal”. En 2018 se llevó a cabo una modificación del Código laboral conocida como “Ley de esclavos”. Entre sus modificaciones se destacan:

  • Aumento de la cantidad de horas extras anuales (de 300 hasta 400 horas) y extensión del tiempo en el que los empleadores pueden pagarlas (de uno a tres años). Según el Capacitación y Estudios sobre Trabajo y Desarrollo “la orientación de la reforma fue definida de acuerdo a los intereses de las grandes empresas automotrices alemanas (Audi, Mercedes Benz, BMW) que, en busca de reducir los costos laborales, externalizan segmentos de sus procesos productivos en los países del denominado Grupo de Visegrado”
  • Disminución de duración del seguro de desempleo
  • Mayores restricciones para acceso a programas de asistencia social

(Fuente: CETyD, 2020)

En síntesis, la reforma laboral en Hungría fue en un doble sentido: debilitar la protección social de lxs trabajadorxs y limitar el poder de los sindicatos. No solamente es significativo este proceso de constituirse en “mercado laboral más flexible del mundo” ofreciendo ya un esquema muy flexible, en el que lxs trabajadorxs tienen uno de los salarios más bajos de la UE; sino también el ataque a los sindicatos en un país con una baja afiliación sindical y una limitada influencia de la negociación colectiva. “Las organizaciones gremiales en ese país no se caracterizan por ser especialmente vigorosas” afirma el documento del CETyD. Aún así, el gobierno de extrema derecha avanzó contra los sindicatos.

2.1.      Las reformas laborales desde la crisis 2008

En nota de Tramas en la que abordamos la reforma laboral nos remitimos al informe de la OIT elaborado a partir del relevamiento de las 89 reformas laborales desde el inicio de la crisis mundial en 2008. El mismo muestra cómo las reformas generaron precarización y empleo vulnerable, aumentaron la desigual de género, redujeron los ingresos y, por lo tanto, la demanda agregada, e “incluso en las economías lideradas por las exportaciones, las políticas de flexibilización no conducen a mayores ingresos y empleo; más bien, el resultado final es contractivo” (pp. 35).

En un ensayo para Revista Anfibia, Juan Pablo Bohoslavsky retoma los datos planteados en dicho informe y profundiza el análisis al señalar cómo el ajuste en México se tradujo en una caída del salario medio, peor en mujeres que en varones; y cómo los despidos en el sector público y privatizaciones en India impactaron de forma desproporcionada en el empleo de las mujeres.

Gráfico 3. Tasa de sindicalización Hungría. En porcentajes.

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la OIT

Gráfico 4. Tasa de cobertura de la negociación colectiva.  Hungría. En porcentajes.

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la OIT

2.2.      Resistencia a la reforma laboral en Hungría 

El avance derechista encontró resistencia. Las movilizaciones de diciembre de 2018 y en los primeros meses de 2019 llevaron como bandera la lucha contra  la centralización del procedimiento de nominación de los tribunales, las enmiendas educativas que permiten la privatización de las universidades públicas y, obviamente, la “Ley de esclavitud” tal como lo explican Ágnes Gagyi y Tamás Gerócs (investigadorxs del Working Group for Public Sociology Helyzet)

“Basta de hacer trabajar a la gente hasta la muerte”, exclamó el presidente de la Confederación Sindical de Hungría, László Kordás, según retratan en La Izquierda Diario. Se realizaron protestas masivas en todo el país. 13 de diciembre en Budapest, 15.000 manifestantes mostraron su repudio a la reforma de Orbán.  Las movilizaciones se extendieron en enero  y los medios oficiales catalogaron a lxs trabajadorxs como “sirvientes de Soros”, según explicaba  el escritor y filósofo húngaro GM Tamás.

“La reforma finalmente fue aprobada, pero sin duda la movilización dejó su marca sobre el gobierno. También hay que señalar que se produjeron huelgas muy importantes de los trabajadores de la industria automotriz, en BMW y en particular en Audi donde los trabajadores han conseguido importantes victorias sobre los salarios y las condiciones de trabajo” reflexionó Philippe Alcoy en su nota en Révolution Permanente.

Foto: Marton Monus, Agencia EFE

3.   … ¿y qué pasa durante la pandemia?

“Si eres uno de los aspirantes a autócratas del mundo, el coronavirus es Navidad en primavera. Nadie ha aprovechado la oportunidad con más fuerza que Viktor Orbán de Hungría” escribió Iam Bremmer en Time. El autor hace alusión a la ley de “Protección contra el Coronavirus” presentado en el Parlamento húngaro a mediados de marzo y aprobado el 30 de dicho mes. El partido Fidesz de Orbán ya controla dos tercios de los escaños en el parlamento, pero esta ley le otorga más facultades.

Elisabeth Zerofsky detalla que esta nueva ley extiende el estado de emergencia e incluye una serie de nuevas medidas que el Primer Ministro ahora consideraba necesarias: (i) la difusión de “verdades distorsionadas” (“distorted truths”) serían punibles con cinco años de prisión; (ii) el incumplimiento de las órdenes de aislamiento también conlleva cinco años de cárcel; (iii) el Primer Ministro podría suspender cualquier ley existente o crear una nueva según lo desee; y (iv) cualquiera de estas nuevas leyes, siempre y cuando se promulguen mientras la emergencia estaba en su lugar, recibiría la aprobación de facto del parlamento.

Entrevistada para The New Yorker, la socióloga Kim Lane Scheppele señaló que esta ley contra las fake news tiene como objetivo “silenciar a aquellos con críticas legítimas sobre el manejo de la situación por parte del gobierno”. En la misma línea Imre Szijarto y Rosa Schwartzburg  entienden que ley amplía el control de Fidesz sobre las artes y aclaran que “el gobierno ha librado durante mucho tiempo una guerra contra la “hegemonía cultural liberal”, destinada a atacar la independencia artística y la contracultura húngara.”

Dentro de las atribuciones incluidas en la ley, el gobierno estableció que en los documentos de identidad solo se podrá registrar el sexo biológico, perdiendo así la posibilidad de modificarlo. Una clara medida transfóbica y que lejos se encuentra  de estar siquiera relacionada con la pandemia.

En definitiva, el gobierno aprovechó la pandemia para reafirmar su poder bajo el estado de excepción y ahondar en un discurso de guerra (esta vez contra el Coronavirus). A pesar de que el 20 de junio el Parlamento haya levantado el Estado de Excepción, la “democracia iliberal” se parece cada vez menos a una democracia y cada vez más a un régimen autoritario. Y es una tendencia que preocupa.

4.   O cómo las derechas están avanzando en sus programas reaccionarios

Pero Orbán no está solo. Tal como relatábamos en una nota anterior en Tramas, en el contexto de crisis global emergieron respuestas capitalistas para la crisis capitalista que no fueron efectivas. Algunas de respuestas fueron reaccionarias y empatizaron con la difusión de los discursos de odio. El caso más representativo de esta nueva ola se dio en los Estados Unidos con la llegada a la presidencia de Donald Trump. En esta tendencia de gobiernos reaccionarios podemos sumar al Reino Unido en el marco del Brexit, la presidencia de Jair Bolsonaro en Brasil y el ascenso de gobiernos ultraderecha en Europa como Matteo Salvini en Italia, Jarosław Kaczyński en Polonia y el propio Viktor Orbán en Hungría. También podríamos sumar el fortalecimiento de movimientos como Agrupación Nacional (ex Frente Nacional) de Marine Le Pen en Francia, Vox en España, AfD en Alemania, entre otros.

Las tendencias autoritarias se manifiestan en diferentes grados y formas según los contextos políticos. En este sentido es que Kim Lane Scheppele explicaba que “Hungría es un país pequeño con una historia muy particular (…) creo que esto es excepcional, en el sentido de que Orbán ha estado preparando esto (…) Es difícil lograrlo a menos que ya tenga un sistema muy centralizado”.

Sin embargo, su especificidad no implica aislamiento. Es decir, no por ser un caso específico se tornado aislado. Por un lado, el modelo de la “Hungría” de Orbán representa una amenaza dentro la Unión Europea. Los debates al interior del bloque del Partido Popular Europeo y al liderazgo de Angela Merkel dan cuenta de esto. Por otro lado, Orbán es reflejo de una tendencia que pareciera acelerarse durante la pandemia: discursos racistas, xenófobos, misóginos y homofóbicos que expanden; movimientos y partidos de extrema derecha ganando espacios; y gobiernos reaccionarios que se radicalizan. El miedo a que pueda ser peor nos pone en Hungría en una situación de alarma. Una alarma que resuena y que, tal como recordó Gabriela Roffinelli en una nota en CLACSO, despierta el llamado de Rosa Luxemburgo de socialismo o barbarie.

Foto: Chris McGrath / Getty Images

Por Analé Barrera y Lucas Castiglioni

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