Sergio Massa y la Embajada

 

Por:

ROBERTO CABALLERO

La candidatura de Sergio Massa es fruto de la autopercepción exageradamente positiva que el propio candidato tiene de sus posibilidades electorales en un escenario de supuesto fin de ciclo que por ahora existe en las tapa de los diarios opositores Clarín y La Nación, y adquiere frondosas certidumbres en un terreno personalísimo y extendido: el del propio narcisismo massista.

No hay mucho más que una egolatría desbordada, alentada por encuestas pagas y azuzada a conciencia por la prensa hegemónica, detrás del lanzamiento del Frente Renovador del intendente de Tigre. Hablar de “corazón peronista y cerebro modernista” para tratar de contener la alta imagen que cosechó con algo de astucia mientras no se definió en todo este tiempo como kirchnerista o antikirchnerista a través de sus apariciones en Crónica y América TV, es una táctica sin horizonte estratégico. Porque una cosa es la buena imagen, otra cosa es la intención de voto y otra, muy distinta, es la votación de verdad, el día que se habilitan las urnas.

Massa entró a jugar en la cancha con estudiada delicadeza pero amenaza con transformarse en un gliptodonte en una cristalería en cualquier momento, y cuando eso suceda va a ser muy raro que pueda contener a sirios y troyanos en un mismo proyecto. Si elige un perfil filokirchnerista, siempre hablando en términos de marketing político, pierde el voto opositor y beneficia a Francisco de Narváez, el único verdaderamente preocupado por su lanzamiento. Si su propuesta es netamente opositora, en cambio, resigna los votos del kirchnerismo social e inorgánico, que es mucho, aun en su distrito. Cuando se defina, entonces, Massa no va sumar. Va a restar.

La lógica “ni K ni anti-K”, en las zonas donde el massimo se haría fuerte, en teoría, como la franja norte del Conurbano Bonaerense, no funciona para asegurarse mayorías. Allí el voto se divide entre los furiosamente kirchneristas y los igual de furiosos pero antikirchneristas. Una propuesta sosa que atraiga a los menos decididos de ambos bandos se queda con los menos, no con los más. Así fue la experiencia de Hermes Binner y el FAP en la última elección. El mismo análisis equivocado hizo Alberto Fernández cuando abandonó el barco oficial, y lo único que pudo construir fue un fantasma de sí mismo que deambula por los pisos de los distintos programas de TN, hablando para adentro.

No es tan sencillo construir algo como el poskirchnerismo, entendido como un espacio que contenga lo mejor de los últimos diez años y formule, a su vez, una superación dialéctica de todo lo hecho. Para que esa propuesta funcione, haría falta un kirchnerismo acorralado, en desbandada, sin iniciativa, al que todo le sale mal y con certificado de defunción a la vista. Y eso, así, descarnadamente descripto, con el dramatismo que conlleva, aparece en las páginas, las fotos y los epígrafes de los diarios que Massa elige leer, pero su lista de candidatos dice otra cosa: no hubo migración de cuadros y referentes relevantes del kirchnerismo al massismo, como él esperaba o le hicieron creer en la previa. La realidad es que los resultados están muy por debajo de sus expectativas. Darío Giustozzi es un intendente aislado en Almirante Brown que acompaña al tigrense más por destrato del FPV que por convicción. José Ignacio de Mendiguren arrastra menos votos kirchneristas que Alfredo de Angelis. Es improbable que la periodista de Clarín, Mirta Tundis, tenga la capacidad de traducir rating en apoyo electoral. Más bien parece estar allí para garantizar la alianza propagandística con Héctor Magnetto. Jorge Macri y Gladys González –la cajera de Horacio Rodríguez Larreta– no encajan tampoco en el kirchnerismo arrepentido que apostaría por una etapa superadora. Héctor Daer, de la CGT de Antonio Caló, no mueve el amperímetro en ningún sentido. Y Felipe Solá, bueno, es Felipe Solá, un hombre astuto para asegurarse siempre una banca –ayer con De Narváez y Macri, hoy con Massa y Clarín–, que transita la escena política con una hibridez plausible, y personalmente efectiva. El supuesto progresismo lo expresa Adrián Pérez, el ex “lilito”. En síntesis, el reclutamiento de Massa no exhibe figuras rutilantes que prueben la crisis en el espacio kirchnerista, del modo que la describen cotidianamente en sus columnas Joaquín Morales Solá, Julio Blanck o Carlos Pagni. ¿Dónde hay ministros, gobernadores y espadas oficialistas que se hayan pasado de bando? El huracán Massa es apenas un silbido en la oscuridad de la noche del antikirchnerismo desahuciado.

El presunto kirchnerismo declinante es una fantasía basada en el artículo 90 de la Constitución Nacional. Como Cristina Kirchner no tiene reelección, su fuerza política languidece. No parece. La consistencia de su proyecto, la trasciende. El kirchnersimo es algo concreto, definible para el electorado. Se volvió atractivo para los que lo votan por convicción e igual de atrayente para los que sólo buscan una estabilidad conveniente. Ninguna oposición (ni la de Massa, ni la de De Narváez, ni la de Margarita Stolbizer) tiene esas cualidades: todas son más imprevisibles que el oficialismo.

La de Massa es una propuesta gaseosa y mediáticamente instalada en algunas franjas que suponen que el Tigre es el Parque de la Costa. De jugar al fútbol en la Quinta de Olivos con Néstor Kirchner y ocupar la Jefatura de Gabinete de Cristina, partió luego a su exilio en el Delta para crear una Miami fulgurante de aguas barrosas y emprendimientos inmobiliarios fastuosos, ambientalmente nocivos, de la mano de su amigo Jorge O’Reilly, de la empresa Eidico S.A., con la cobertura mediática de Daniel Hadad, el hombre que maneja las cámaras de seguridad en todo su distrito.

Es interesante volver sobre O’ Reilly. Protagoniza un capítulo revelador del libro ArgenLeaks, del periodista Santiago O’Donnell, que analiza los cables de la diplomacia estadounidense desclasificados por Wikileaks. En su página 209, puede leerse: “Otro cable filtrado por Wikileaks sugiere que, aún mientras estaba en funciones, Massa no ocultaba el profundo malestar que le causaba el gobierno del que formaba parte, y lo compartía abiertamente con su equipo de trabajo. El despacho cuenta cómo un asesor de Massa, Jorge O’Reilly, defenestró al gobierno delante de una delegación de inversores y de un diplomático estadounidense. Lo que más llamó la atención al autor del cable fue el lugar elegido para ensayar esas críticas, ya que O’Reilly las formuló en su propia oficina de la Casa Rosada.”

Y sigue así: “O’Reilly es un importante empresario inmobiliario de la zona norte, ex rugbier del Club Atlético San Isidro (CASI) y numerario del Opus Dei, que fue llevado al gobierno nacional por Massa como asesor ad honorem durante su paso por la jefatura de Gabinete entre julio del 2008 y julio del 2009. Según el cable de la reunión de O’Reilly con los estadounidenses, el asesor de Massa predijo un horizonte de devaluación, recesión y fuga de capitales para ese año 2009, escenario que nunca se materializó, contradiciendo las predicciones optimistas del gobierno. El entonces representante del gobierno opinó también que en la Argentina no había seguridad jurídica (….) O’Reilly señaló además que estaba a favor de un ajuste en las tarifas de los servicios públicos, cosa que hasta el día de hoy no ocurrió. (…) Al final de cable, a modo de conclusión, el autor destaca la sorpresa que le causó a la embajada escuchar a funcionarios criticar a su propio gobierno delante de extranjeros en la mismísima Casa Rosada.”

Esto último, vale una relectura. Y otra más: la mano derecha de Massa hizo sonrojar a los estadounidenses por su nivel de cipayismo. Es así: los estadounidenses no respetan a ningún representante gubernamental del capitalismo periférico, pero menos que menos a los que hablan en contra de su propio país. No les entra en la cabeza, porque ellos jamás lo harían. Es casi imposible encontrar republicanos o demócratas que hablen en contra de su propio presidente o de su Nación fuera de sus fronteras.

Pero el libro de O’Donnell dice mucho más: “Cuatro meses después de renunciar, Massa cenó con la embajadora Vilma Socorro Martínez en la casa de O’Reilly. Fue allí que el intendente de Tigre descargó todo su rencor hacia la pareja presidencial. ‘Massa dijo que los Kirchner no tenían probabilidades de capturar las presidencias de 2011.’ Cuando se le pidió que estimara las chances, Massa contestó ‘cero’, arrancó el intendente (…). Massa fue despiadado en sus críticas a la pareja presidencial, especialmente a Néstor. Aunque ninguneó los informes de prensa que decían que él y Néstor se habían agarrado a las trompadas en el cuartel de campaña en la madrugada previa a la derrota en las elecciones de mitad de período, en junio de 2009, llamó a Néstor ‘psicópata’ y ‘cobarde’, y dijo que su actitud de matón en la política esconde una profunda sensación de inseguridad e inferioridad. (La esposa de Massa se alarmó a tal punto por estos comentarios desinhibidos que él le pidió a ella que ‘dejara de ponerle caras’). Massa cuestionó el argumento de que Néstor merecía crédito por ser un táctico magistral, describiendo al ex presidente como un torpe tan convencido de su propia brillantez que seguramente seguiría cometiendo errores… Dijo que Néstor no se podía relacionar con otros fuera del estrecho foco de sus propias ambiciones políticas: ‘Kirchner no es un genio perverso’, concluyó Massa. ‘Sólo es un perverso’.”

Massa no pudo siquiera oler el 54% de los votos del kirchnerismo en 2011, como ahora tampoco pudo advertir que su figura no convocaba al oficialismo crítico, que existe, pero no fue a engrosar sus listas como él suponía. Del mismo modo, nunca pudo imaginar que el “perverso” de Néstor Kirchner entraría en la historia como el líder que sacó a la Argentina del pozo. ¿No son muchos errores para alguien con tantas ambiciones?

Otro libro revela facetas desconocidas de Massa. La de su risa nerviosa, por ejemplo. Es el de Sandra Russo, La Presidenta. Historia de una vida. Allí, la que habla es Cristina Kirchner: “Otra medida definitoria fue recuperar los recursos de los trabajadores. Eso parecía imposible, y creo que si lo hicimos fue por el envión del 2008, cuando el mundo se vino abajo. Por eso yo lo valoro tanto a Amado Boudou. Porque fue él el que vino a traerme esa idea. Era un feriado. Me llama Massa, que era el jefe de Gabinete. Massa tiene una cosa… Cuando algo lo supera, cuando se pone nervioso, se ríe sin parar, pero casi histéricamente, pobre, no puede parar de reírse. Ese día me llamó muerto de risa, me decía que estaba con Amado, que Amado se había vuelto loco y que querían comentarme una idea. Bueno, le dije, vengan. Fuimos a la Jefatura de Gabinete. Sí, era feriado. Porque llegaron de sport. Llegan los dos. Amado me dice, mientras Massa se sigue riendo: ‘Presidenta, el mundo no va a volver a ser lo que fue. Tenemos que ir por las AFJP’. Le pregunte cómo sería. Y empezó a desplegar hojas y hojas, a explicarme. Massa, muerto de risa. Le dije a Amado: ‘Me gusta, pero llamemos a Kirchner a ver qué opina’. Y ahí mismo lo llamamos y le pedimos que fuera a la Jefatura, Estábamos sentados en mi escritorio. Néstor vino y se paró detrás, en el medio, y Amado volvió a desplegar las hojas y a explicar el proyecto. En ese momento el Estado estaba pagando el 60% para que las AFJP cumplieran con el pago de las jubilaciones mínimas. Nunca me voy a olvidar ese momento. Néstor escuchó todo en silencio, y cuando Amado terminó de hablar, no dijo nada. Primero le extendió la mano, y mientras se la estregaba le dijo: ‘Estoy totalmente de acuerdo.’ Para nosotros fue una noche muy importante.”

Y Massa no paraba de reírse. Un año después, lo despidieron del gobierno. Es verdad que durante todo ese tiempo, nunca escatimó críticas a Néstor y Cristina. Lo confirma Wikileaks. Pero hay al menos ocho fuentes, asistentes de una reunión en un hotel, que fueron testigos de sus críticas a la Ley de Medios de la democracia, que impulsó el kirchnerismo: “No hacía falta hacer una ley para combatir a Magnetto. Si querían hacerle algún daño, bastaba coordinar con los municipios para obligarlo a soterrar los cables aéreos de Cablevisión. Con eso, lo hacías quebrar, le hacías inviable el negocio y lo tenías a tus pies. Pero se metieron con la ley, que no sirve para nada.” ¿Y el derecho a la comunicación? ¿Y la democratización de la palabra? Nada de nada.

¿Cuál sería el lugar ideológico que ocupa Massa? Otro libro, Sergio Massa, ¿cómo comenzó su carrera política y cómo llegó a Tigre, de Santiago Campos (que aclara en su dedicatoria: “esta investigación fue emprendida con el visto bueno del biografiado” y es muy completa), lo describe así, en página 71: “Con respecto a su ideología, la centroderecha parece ser el lugar del espectro en el que más cómodo se encuentra. Así parecieran testimoniarlo sus antecedentes: UCD, menemismo y ruptura con los Kirchner. Así también parece indicarlo su predilección por el tema de la seguridad y el control. Esquivar las definiciones ideológicas escudándose en que son secundarias para las preocupaciones de ‘la gente’ no hace más que reforzar su pertenencia.”

Quedan pocas semanas para las PASO. Por ahora, Massa admite que tiene un tercer puesto asegurado y que sería feliz con ganarle a De Narváez.

En el fondo, sabe que no tiene más que el apoyo de la corporación mediática opositora y de algunos intendentes de laxas lealtades para pelearle en agosto a la lista del FPV, que encabeza Martín Insaurralde, aunque tendrá en la figura de Cristina Kirchner a la verdadera jefa de campaña.

Su intención es instalarse. Hacer algún ruido. Las señales al establishment están lanzadas. En su lista Clarín está presente, también Techint y lo mismo el PRO. Con una ayudita de la Embajada, quién le dice, tal vez le alcance para triunfar sobre De Narváez.

La corte, la afip y el papelón

Que un titular de la Corte llame a los periodistas amigos, les pida que publiquen algo sin citarlo como fuente, consiga dos tapas que lo instalen como un perseguido del gobierno –que estaría apretándolo o extorsionándolo con la AFIP– no es de lo mejor, no es lo que podría esperarse del hombre que encabeza uno de los tres poderes del Estado, pero no deja de ser una picardía bastante frecuente entre la gente que sabe que tiene algún poder y lo ejerce para estas menudencias que, sin embargo, suponen muy trascendentes.

Lo realmente grave de esta historia es que 24 horas después, sus pares (o una parte de ellos) saquen un comunicado elevando el rango de esa picardía a controversia institucional. El texto firmado por todos los integrantes de la Corte, salvo Carlos Fayt y Raúl Zaffaroni, pidiéndole explicaciones a la AFIP por la supuesta investigación tributaria contra Ricardo Lorenzetti va a pasar a los anales del papelón. Si faltaba algo para que los supremos confirmaran su corporativismo era esto: hacer público que los fastidia estar a mano de la AFIP como cualquier hijo de vecino. Ver pedir “la coronita” a los que deben velar por la igualdad ante la ley es demasiado. ¿Por qué no le pidieron a Echegaray que hiciera públicas las declaraciones juradas de todos sus integrantes y listo? No: hicieron un ofendido colectivo, tensaron más la cuerda con el Ejecutivo, pusieron nuevamente a la sociedad ante el abismo institucional de un conflicto de poderes, por la única razón de dos tapas, las de Clarín y La Nación, que decían algo inverosímil, soplado al oído de los editores por el propio involucrado. Sobre todo, cuando la primera empresa tiene un litigio a resolver en el máximo tribunal por la Ley de Medios y la segunda goza de una cautelar eterna para, precisamente, no pagar 280 millones de pesos que le adeuda a la AFIP. Nadie les pide que acierten, con no equivocarse tanto sobra.

La vez pasada, cuando se amotinaron los jueces y camaristas de la aún más corporativa Asociación de Magistrados en defensa de “la caja”, al menos Lorenzetti fue hasta la Casa Rosada y disimuló una amenaza de paro con argumentos sobre el dolor de cabeza que causaría que los fondos pasaran de la Corte al Consejo de la Magistratura para su administración, como reza el artículo 114 de la Constitución Nacional.

No fue un apriete esa vez. Cristina Kirchner no toleraría eso. Fue, se supone, una manera elegante de pedir que la custodia del dinero judicial que recauda, precisamente, la AFIP, dependiente del Ejecutivo, quedara bajo la órbita del máximo tribunal como sucede hasta ahora, para no perjudicar el funcionamiento de todo el sistema judicial con un traspaso a las apuradas. Habrá sonado convincente Lorenzetti, porque esa ley que reglamentaba la exigencia del texto constitucional no formó parte del paquete de leyes enviadas al Congreso para democratizar la justicia.

Después se comprobó que no sólo querían seguir con el manejo de la caja. Tampoco toleraban que la composición del Consejo de la Magistratura, un órgano político y no judicial, tuviese influencias derivadas del sufragio popular: jueces y abogados corporativos impidieron vía cautelares que se integraran otros profesionales. La misma Corte que lleva casi cuatro años sin analizar la Ley de Medios, demoró sólo dos días para decretar la inconstitucionalidad de una ley que les recortaba el privilegio absoluto de elegir a sus controladores dentro, y sólo dentro, de la familia judicial, sin injerencia de terceros extraños introducidos por mandato popular. Estuvo brillante Zaffaroni con su voto en contra: “Que no guste, no quiere decir que sea inconstitucional.”

Volviendo al tema de la caja, por suerte, Carlos Kunkel, diputado por el FPV, volvió las cosas a su lugar. Insistió con el proyecto original para que el dinero sea administrado por el Consejo y no por la Corte. La Nación tituló: “Más presión sobre la Corte: quieren sacarle el manejo de los fondos”. Y en la bajada: “Kunkel presentó un proyecto para transferir esas facultades al Consejo de la Magistratura”. Clarín tituló: “El oficialismo quiere sacarle a la Justicia el manejo de los fondos”. Y en el copete: “Presentó un proyecto de ley que le quita a la Corte sus facultades presupuestarias”. Ninguno de los dos diarios, en sus títulos y copetes, dijo que así lo exige la Carta Magna sancionada en 1994. Su artículo 114, en el inciso 3, dice: “Serán atribuciones del Consejo de la Magistratura: administrar los recursos y ejecutar el presupuesto que la ley asigne a la administración de justicia.” Es curioso: se informa como un ataque, una presión o un recorte el cumplimiento de la letra fiel de la Constitución Nacional, que hoy la propia Corte viola basada en la “agilidad y celeridad” que le proporciona tener el manejo de la caja a su arbitrio.

¿Qué hará la Corte si el proyecto se vota y se convierte en ley? ¿Declarará inconstitucional la Constitución? Ya lo hizo una vez, cuando resolvió que Carlos Fayt podía seguir siendo miembro pese a haber pasado con holgura el límite de edad establecido por los constituyentes. Podrían hacerlo de nuevo, claro.

Tal vez nunca pase. Lo cierto es que el kirchnerismo logró algo impensado. Poner nerviosa a gente inteligente. Los supremos lo son. Pero quedaron atrapados en sus propias contradicciones e intereses corporativos, bajo un inmenso reflector que los ilumina mientras la sociedad los observa, tal y como se dejan ver. Bajaron del pedestal a una pelea terrenal que antes daban por fallos inextricables que pocos conocían.
En breve, esta misma Corte se estará expidiendo por la constitucionalidad de algunos artículos de la Ley de Medios. Debe resolver sobre el fallo de la Sala 1 de la Cámara en lo Civil y Comercial que le dio la razón a Clarín, contra la sentencia de un fiscal y un juez de primera instancia, un fiscal de segunda instancia y la procuradora general, y las intervenciones de la propia Corte que dijeron que no había un problema de libertad de expresión sino un pleito de carácter patrimonial.

Hay un margen escaso, muy escaso para que el máximo tribunal, por enojado que esté con el gobierno, diga que la ley es inconstitucional en parte y mucho más exiguo, casi inimaginable, para decir que lo es en general.

Si así lo hiciera, si la Corte dijera que la ley más democrática de los últimos 30 años de democracia, debatida en cientos de foros, en aplicación casi total, en cumplimiento de los pactos internacionales de Derechos Humanos, no es constitucional para el Grupo Clarín SA, la esperanza de una justicia independiente habrá sido sacrificada en el altar de los poderes fácticos.

Si las leyes votadas en el Parlamento no pueden aplicarse porque la Corte lo impide, ¿lo que no está funcionando es el máximo tribunal?

¿O directamente es la Constitución?

Qué pregunta.

A %d blogueros les gusta esto: