Camila Müller, bailarina, docente, pañuelo verde, militante por los derechos de las mujeres, jamás olvidará el brutal ataque que sufrió la madrugada del miércoles 28 de junio.

Sospechaba que era vigilada. Un día antes, el martes 27, un patrullero sin patente aunque con el número 832, intentó atropellarla mientras cruzaba la Avenida Bolivia a la altura del Rectorado de la Universidad Nacional de Jujuy. Iba por la senda peatonal y con el semáforo en rojo a su favor. Si no corría, ese móvil la arrollaba. Fue un aviso.

“Lorena, me atacaron”. Solo pudo encontrar esas palabras la madrugada del 28, cuando pudo llamar a la abogada Lorena Cruz, una representante de la Misión Solidaria de Derechos Humanos que visitó Jujuy tras la represión del 17 de Junio en el corte de rutas en Purmamarca. Habían pasado unas doce horas desde el ataque que sufrió en su domicilio. Su cuello y su garganta estaban lastimados, por el cable o el cinturón, no sabe bien, que los atacantes usaron para dejarla sin aire en varias ocasiones.

Cuando hizo ese llamado, Camila no tenía voz para contarle a Cruz que un hombre de voz gruesa y acento jujeño, acompañado por dos mujeres, había entrado a su casa y la había atacado con la sola intención de la tortura. En conversación con este diario, Camila resumió el principio de la secuencia de tortura que padeció con la breve descripción: “mi cuerpo saltó”. Cuando abrió la puerta a la 1.30 de la mañana del 28 de junio, lo hizo creyendo que era un compañero del interior a quien le brindaba hospedaje. Pero no. Resultó ser la silueta de un hombre con capucha y un barbijo negro, que rápidamente le levantó su remera y la usó para taparle los ojos y le llevó los brazos hacia atrás para precintar sus muñecas. Inmediatamente, el hombre le colocó en la boca un trapo con fuerte olor a un combustible que Camila aún no logra identificar.

En ese momento tuvo la sensación de que la iban a secuestrar, o a “chupar“, una palabra que aprendió de otras experiencias porque con su familia llegaron desde Córdoba a San Salvador a principios de los 80. “Mi papá era militante peronista, participó en el Cordobazo”, contó en un paréntesis del relato sobre la represión del gobernador Gerardo Morales que sufrió en carne propia. Camila se dió cuenta de que todo iba a ocurrir en su casa, cuando una de las dos mujeres que acompañaban al hombre que ya la tenía maniatada, cerró la puerta. “Se puso detrás mío, tenía el cuerpo pegado, me manoseaba, introdujo sus dedos en mi vaigna“, relató. Y cree que el hombre la ahorcó con un cinturón: “Estaba en mi cuello, y era duro”, detalló. “Cuando sentía que me latían los ojos, que estaba a punto de matarme, soltaba. Sabía lo que estaba haciendo, sabía en qué momento parar. Y yo tenía ese trapo en la boca”.

La táctica se repitió. Cada vez que el hombre —de olor inconfundible, a madera probablemente— dejaba de ajustar en el cuello, las mujeres la golpeaban. Primero en la cara, luego en los ojos, después en el maxilar. “Puta”, escuchó. “Ellos se daban indicaciones. Ellas decían ‘soltá’, ‘pará’, ‘ya está’. Eran jujeñas”, rescata hoy Camila de sus recuerdos. Cuando se fueron, le tiraron las llaves y, entre risas, le recordaron sus posteos en Instagram. Después que la intentaron atropellar el martes 27 cuando cruzaba la Avenida Bolivia en San Salvador de Jujuy, Camila logró filmar la camioneta que la perseguía desde temprano. Ese vehículo regresó a la parada, como para chequear si el objetivo se había cumplido. Camila, que recordaba la patente, la filmó y compartió el video en su red social.

Alicia Montoya le consiguió donde ser atendida. “No era seguro ir a un hospital público”, contó Camila. Alicia es la coordinadora de la Misión de Solidaridad Internacional y DDHH que viajó a Jujuy después de la represión del 17 y 20 de junio para relevar la situación y emitir un informe a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. “Tenía heridas en la cara, en el cuello, en las piernas. El 29 de junio, la abogada del CEDEMS, Lorena Mamaní, presentó un habeas corpus en la justicia jujeña. También una denuncia penal”. El abogado Luis Paz, que la representa actualmente, confirmó a este medio que la justicia jujeña no hizo lugar al habeas corpus presentado ese día de finales de junio. “No les importó el espionaje ilegal, tampoco la persecusión que padeció Camila”, declaró. “Ella, como es docente, también se encuentra en la línea de fuego. Son muy perversos”, añadió sobre el accionar de quienes ejecutan las ordenes del gobierno de Morales. “Lo detuvieron al abogado (Alberto) Nallar. Podría haber sido cualquiera de nosotros”, agregó.

Camila Müller todavía sufre las secuelas de la agresión que soportó. “Voy descubriendo las huellas de ese ataque todos los días”, contó. Alguna noche sola en su casa, “Un ruido me devuelve a algún momento del ataque”, dijo. La médica que la revisó en el Ministerio Público de la Acusación se solidarizó con ella al advirtir la gravedad de la violencia que había recibido: “Me dijo que sea fuerte y me abrazó”. Quizás, la única respuesta humana que le llegó desde el Estado jujeño.