“Viva el Papa, viva Brasil, viva Argentina”

 

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Los jóvenes del mundo armaron hoy una fiesta con banderas, gritos y expresiones de afecto en la llegada del Papa latinoamericano a Río, donde durante su traslado por la ciudad para el primer “baño de multitud” se evidenciaron serias fallas de seguridad.

Una multitud colmó las inmediaciones de la Catedral Metropolitana en Río.
Una multitud colmó las inmediaciones de la Catedral Metropolitana en Río.

Miles de personas, entre ellos muchos argentinos, se congregaron en los alrededores de la catedral San Sebastián y en las avenidas República do Chile, Río Branco, Araújo, Porto Alegre, Graça Aranha y Nilo Peçanha, para saludar a Francisco a su paso abordo del papamóvil abierto.

“Viva el Papa, viva Brasil, viva Argentina”, gritaba un grupo de jóvenes con banderas de varios países y que se abalanzó sobre los guardias de seguridad en la explanada del templo carioca, para intentar tocar al pontífice.

“Si ésta no es la Iglesia, la Iglesia dónde está”, vociferaba desde uno de los puentes sobre la avenida República do Chile una niña con el escudo venezolano, mientras una adolescente brasileña lloraba desconsolada de rodillas en el mismo lugar.

En tanto, los argentinos se hacían notar con cánticos, banderas y camisetas de San Lorenzo, club de los amores futboleros del Papa.

Francisco llegó esta tarde a Río en un avión regular de Alitalia, sin acondicionamientos lujosos, y en vuelo bromeó al responderle a una periodista brasileña: “Dios ya es brasileño. ¿Querían también un papa?”.

El Papa se veía animado y dialogó distendido por varios minutos con la mandataria brasileña, para luego acercarse hasta un balcón donde un grupo de niños gritaba: “Papa, Francisco, ésta es la juventud de Cristo”, a quienes aplaudieron tras cantar el himno oficial de la JMJ.
En el trayecto hacia la catedral San Sebastián en la camioneta blindada, el Papa desoyó las recomendaciones de seguridad y viajó con la ventanilla baja.
El vehículo debió detenerse en varias oportunidades por el tránsito en Rio, en cuyas calles había micros estacionados en doble fila, en ocasiones cerca de los accesos a las favelas.

Grupos de personas aprovechan esos momentos para acercarse, mientras un jefe de seguridad le pidió al pontífice argentino que no dialogue con ellos ni reciba objetos que intentaban acercarle.

Aunque el Papa argentino suele salirse habitualmente del protocolo para estar cerca de la gente, las serias fallas de seguridad fueron la nota disonante de la jornada.

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