Campo travieso

El próximo 25 de junio se cumplirá el centenario del Grito de Alcorta, la rebelión chacarera que marcó un hito histórico de la Nación. Ese día, en ese poblado del sur santafesino, unos trescientos campesinos hartos de los abusos de la oligarquía terrateniente declararon una huelga general en reclamo de sistemas más justos de comercialización y arrendamiento rural. El desafío se diseminó rápido por toda la pampa gringa y puso en aprietos al poder económico de la época, que respondió como suele hacerlo cuando ve amenazados sus privilegios: con represión y violencia, metiendo miedo.

Esa vez, sin embargo, el método no funcionó. Los gringos vencieron sus propios recelos y pelearon hasta el final, descubriendo, en el camino, que la unión hacía la fuerza. En aquella lucha nació la Federación Agraria Argentina (FAA), una agrupación de campesinos que se propuso proteger los derechos del pequeño y mediano productor. Es imposible saber qué opinarían hoy los mártires del Grito de Alcorta al observar al presidente de la FAA, Eduardo Buzzi, defendiendo con tanto empeño los intereses de los herederos de aquella oligarquía terrateniente abusiva y criminal.

En su defensa, Buzzi podría alegar que los tiempos cambiaron. Que aquella lucha de clases alumbró una burguesía campera próspera y pujante, que los abusados ya no son los chacareros sino los trabajadores –pero que ese es un problema de la UATRE, el gremio cautivo de las patronales rurales– y que, hoy, el enemigo común es el Estado que pretende cobrarles impuestos.

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