Juventud Sindical CGT: “Nuestra obligación es no balconear la vida”

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La encíclica Laudato Sí del Papa Francisco es una guía cotidiana y estratégica. Debemos volver al Estado presente e inteligente, para construir un modelo centrado en el ser humano y no en la ganancia.

Por: Sergio Ortiz.

Laudato Sí es la obra del argentino más importante de la historia. Jorge Bergoglio, líder de la mayor y más antigua organización de occidente, nos enseña en su encíclica Laudato Sí el cuidado de la Casa Común, el planeta, y de los más pobres, los trabajadores. Desde que salió publicada en el 2015 la leemos, debatimos y aplicamos como guía cotidiana y estratégica. Por eso decimos que los gremios se están laudatizando.

Desde la Juventud de la CGT tenemos tres directivas claras: solidaridad, organización y lucha. Los ejes de trabajo nos dieron la potencia de haber reflotado la Juventud Sindical Peronista y ver que en menos de un año hemos aportado a nuestros afiliados y también ayudado al más necesitado, por citar casos como la colecta de alimentos al obispo villero en la sede de Cáritas, organizado un tren completo de mercadería, artículos escolares y de limpieza para la provincia de Santiago del Estero y la apertura en vacaciones de verano de los campings para los jóvenes de las villas y en invierno los teatros sindicales. Sumado a la solidaridad de la CGT de poner a disposición del Estado los hoteles, los campings, y obras sociales para enfrentar el coronavirus.

Este 1 de Mayo es inédito. Sin nuestros actos de homenajes y conmemoraciones a los mártires del movimiento obrero. Pero en este día recordamos que los trabajadores somos la inmensa mayoría de la humanidad, que posibilitamos que la propia vida cotidiana siga funcionando. Muchas veces a costa de nuestra propia salud personal, que pone en riesgo a nuestros seres queridos más cercanos.

Siento al escribir que hoy nuestra obligación como jóvenes militantes es “no balconear la vida” y por eso intervenimos, pero también paramos la pelota para discernir sobre nuestro tiempos, sin olvidarnos de nuestras raíces, y ver hacia donde dirigimos los destinos de nuestra patria. Porque también somos protagonistas de la historia y vemos que esta crisis de civilización es el resultado de un modelo económico que colapsó, y evidencia el fracaso histórico de las políticas tecnocráticas que pusieron el eje en el Dios dinero, en desmedro de la mayoría y la única Casa Común, la tierra.

Lo mismo ocurre con las quiebras y cierres de empresas, pérdidas de puestos de trabajo con miles de suspensiones y despidos, dificultades crecientes para alimentar y atender solidariamente a nuestro pueblo que se unen a millones que no acceden a algo tan básico como el agua, o no conocen que es una computadora con wifi, ni hablar la dignidad que genera trabajar.

Sabemos que debemos volver al Estado presente e inteligente, para construir un modelo centrado en el ser humano y no en la ganancia que hace inviable la vida en comunidad, mientras las élites se enriquecen cada vez más a costa de los trabajadores ocupados. Millones de expulsados, apartados y excluidos de los derechos laborales se han visto en la desesperación de vivir el día a día de changas, la llamada economía popular, sin olvidarnos de aquellos forzados como víctimas de la trata laboral y sexual, las llamadas nuevas esclavitudes como considera el Papa Francisco delitos de lesa humanidad.

Veo que ese Estado y esa sociedad en la figura del buen samaritano, aquel que sólo mira de arriba al otro cuando se agacha a tenderle una mano, hoy es vital para alcanzar un salario básico universal de emergencia que garantice la subsistencia diaria de millones y un plan económico que atienda por sobre todo a los que producen la riqueza.

Hemos aprendido de nuestros patriotas, de aquellos líderes del Siglo XX, como Hipólito Yrigoyen impulsor de la primer empresa estatal hidrocarburifera del mundo -Yacimientos Petrolíferos Federales (YPF)- y del general Juan Domingo Perón, el mayor realizador de la distribución de la riqueza en América Latina, que sólo el Estado podrá garantizar el nivel redistributivo para terminar con la pandemia del hambre y la desocupación en el país de la pampa húmeda. Este es el país del mar menos contaminado, de los vientos más potentes, de las cumbres más altas, de los glaciares más firmes y uno de los edenes del mundo.

Para triunfar sobre la pandemia de la indiferencia, la insensibilidad y el descarte creemos humildemente que debemos ir a un plan de emergencia de corto y mediano plazo, y renegociar no pagando la deuda externa para satisfacer la enorme deuda interna que paga salarios, da créditos a tasa cero, otorga más beneficios a los jubilados, retrasa vencimientos de impuestos y servicios, y permite alimentarse a 10 millones de personas.

Mientras tanto, en el corto plazo estamos peleando para introducir en nuestros convenios colectivos la modalidad del teletrabajo, incorporando los factores de riesgo psicosocial, particularmente el factor de “doble presencia” para quienes trabajan desde sus casas mientras crían y educan a sus hijos.

Por eso, en este tan especial 1 de Mayo Día del Trabajador nos debe centrar en la construcción de la “Comunidad Organizada”, con la intervención orgánica del Estado, el capital y los trabajadores, que nos legara el General Perón, para ejecutar las políticas que la sociedad reclama y que los empresarios nacionales y los trabajadores necesitamos. Esa comunidad que impulsa en sus barriadas para los más jóvenes las tres C: Colegio, Club y Capilla.

La Juventud Sindical tiene que ser incluida en la toma decisiones y reivindicar el mensaje del Papa Francisco “hagamos lío” para ponernos “la patria al hombro”.

(*) Secretario de Organización de la Juventud Sindical de la CGT y secretario de Juventud del Sindicato de Empleados de Comercio.

Fuente: Linea Sindical